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" ... El problema que ha tenido la clase política desde hace mucho tiempo ha sido el de las incompatibilidades que ha impedido a muchos profesionales poder dedicar unos años de su vida al servicio de la causa pública, les ha aconsejado a no hacerlo; primero, porque dificultan enormemente sus actividades privadas; y luego, les imposibilita el reingreso al ejercicio de su profesión. Un abogado que cierra su despacho durante cuatro años, tiene enormes dificultades para volver a abrirlo de nuevo. En el Parlamento Europeo lo que había era una declaración de actividades que pudiesen ser incompatibles con el desempeño del acuerdo parlamentario y que llevaba a que no votasen aquellos asuntos en los que podían tener intereses contrapuestos. Creo que esa es la fórmula para atraer profesionales de prestigio a la vida pública. Por otro lado, en estos momentos la actividad política está mal pagada en relación a puestos similares en la actividad privada, y si añadimos el desprestigio que tenemos los políticos, no hace muy atractivo entrar en estas aventuras, lo que ha desencadenado en un empobrecimiento del Parlamento. Esto se ha traducido en que haya perdido peso como centro del debate nacional incluso para la prensa, y que haya sido sustituido por las tertulias televisivas. Una democracia es tanto más prestigiosa cuanto más vivas y más reconocidas sean las instituciones que la materializan. ... "
" ... Muchos aplican el tópico del “todo es bueno en su justa medida”, frase que yo siempre he empleado o bien para justificar mis excesos (tras comer un bollo de mantequilla, pongamos por ejemplo) o para dar una explicación cuando me canso de algo (ver un par de minutos de “El Hormiguero”). Según este argumento, un poco de envidia fomentaría la autoexigencia y la competitividad, haciéndonos un poco mejores. No creo que sea posible, dado que nos mueve a no actuar con deportividad e imposibilita la alegría genuina por el otro. Como me pasó a mí con Deivid. No sé qué habrá sido de él, pero quiero pensar que hoy calza unas bonitas y limpias Nike Cortez que espero que ningún energúmeno envidioso con zapatillas de velcro pise y que, a pesar de mi penoso acto, él también recuerde con alegría ese verano en el que cantábamos “¡Tú y yo! Allez, Allez, Allez” cuando todavía no había muchos perros llamados Ricky. ... "